Ir al contenido principal
Recuerda...

Que el dolor que has vivido y los problemas que has experimentado, te den el poder de caminar por la vida enfrentando cada situación con optimismo y valor.


No olvides que habrá seres cuyo amor y comprensión siempre estarán contigo, aún cuando te sientas solo.

Que descubras suficiente bondad en otros para creer en un mundo de paz.

Que una palabra generosa, un abrazo y una sonrisa sean tuyos todos los días de tu vida.

Y que puedas dar estos regalos tanto como recibirlos.

Recuerda el sol aún en medio de la tormenta.

Enseña amor a aquellos que odian, y deja que ese amor te fortalezca.

Recuerda que aquellos seres cuyas vidas has tocado y aquellos otros que han dejado su huella en ti, siempre ocuparán un lugar especial en tu corazón.

No importa si el encuentro fue corto y no lo que tu esperabas o deseabas.

No te preocupes demasiado por lo material.

Valoriza más la bondad y generosidad que habitan en tu corazón.

Que encuentres tiempo cada día para apreciar la belleza y el amor que te rodean.

Comprende que, como seres humanos, tenemos muchas cosas en común, pero en el fondo todos somos diferentes.

Aprecia y respeta las diferencias.

Lo que sientes que careces en el presente puede ser tu fortaleza en el futuro.

Que veas un futuro lleno de posibilidades.

Que encuentres suficiente fortaleza en tu interior para determinar por ti mismo tu valor, y no dependas de la opinión de otros para reconocer tus habilidades.

(desconozco el autor)

Comentarios

Entradas populares de este blog

La tortuga que quería volar Había una vez una tortuga que vivia soñando. Mientras arrastraba su pesado cuerpo a pocos centímetros del suelo, miraba hacia arriba e imaginaba lo bello que debia ser ver la tierra desde el cielo. ¡Qué no daría ella por poder volar! Sus amigas las gaviotas, oyentes eternas de sus sueños, vinieron un día con una propuesta: -Amiga- le dijo una de ellas-,tú no tienes alas nosotras sí...y tenemos además la fantasía de ayudarte a cumplir tu sueño. -Tu pico es muy fuerte- dijo la otra-, traeremos una rama de un olmo y tú te sujetarás a ella mordiéndola con todas tus fuerzas...si te animas a correr el riesgo, entre las dos levantaremos la rama sujetándola con las patas y te llevaremos a recorrer el cielo. La tortuga abrió los ojos tanto como podia. ¿seria posible? Las gaviotas trajeron el palo. La pesada tortuga hincó los dientes en la rama con toda su fuerza y cerró´los ojos. Cuando los abrió, animad...
La metáfora del faro El faro está afianzado en la roca, no importa dónde se lo construya. El faro está ahí para hacer una cosa: hacer brillar la luz. El propósito de la luz a menudo es cambiado. A veces es un aviso, a veces está allí para atraer la atención y a veces está ahí para guiar. Cualquiera sea el propósito, siempre está anclado en la roca. El guardián de faro sabe algo que los otros no saben. Sabe dónde están las rocas, dónde está el problema, y está allí para guiar a los otros respecto de estas cosas. Cuando la luz es capaz de ayudar a conducir a los barcos a salvo a la bahía, en el faro se regocijan... Cuando esto sucede, sin embargo, el guardián del faro no se va al barco y hace una fiesta con el capitán. En vez de eso, el guardián se regocija silenciosamente y continúa haciendo brillar la luz. Los capitanes que llegan al puerto a salvo gracias a la luz del faro nunca conocen al guardián del faro. ¡El guardián del faro no publica una declaración para decirle a otros que sa...
Siempre recuerda aquellos a quienes sirves. En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La camarera puso un vaso de agua enfrente de él. -¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuetes? preguntó el niño. -Cincuenta centavos, respondió la camarera. El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas. -¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar. Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente. -Treinta y cinco centavos dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar las monedas. -Quiero el helado sólo dijo finalmente. La camarera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño se terminó el helado, pagó en la caja y se marchó. Cuando la camarera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vió. Allí, puestos ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos... su propina. Jamá...