Ir al contenido principal
Los Problemas

En cada etapa de nuestra vida podemos vivir los problemas dramáticamente.

Un problema a los 5 años puede ser que mamá no te compre un chicle.
Un problema a los 9 años puede ser que se te pincha la pelota.
Un problema a los 15 años puede ser suspender un examen.
Un problema a los 20 años puede ser que al muchacho que te guste, no le gustes tú.
Un problema a los 30 años puede ser la gripe de tu bebé.
Un problema a los 40 años puede ser quedarte sin trabajo.
Un problema a los 60 años puede ser tener a los hijos lejos.
Un problema a los 80 años puede ser una enfermedad.
Sin embargo ¿qué tamaño tienen esos problemas si los miras a la distancia? Algunos casi desaparecen...

¿Hacía falta preocuparse tanto?
¿Hacía falta quedarse sin dormir?
¿Hacía falta hacerlos tan importantes?
¿Cómo hubiera sido un comportamiento más efectivo?

La preocupación no vacía el mañana de problemas. Vacía el hoy de su fuerza. Observa con cuidado los grandes problemas, pues disfrazan las grandes oportunidades. La palabra problema no sólo tiene una connotación negativa, sino que hace referencia a algo que ocurre y está afuera de nosotros. Pareciera que no tenemos nada que ver con ellos. Simplemente suceden. Sin embargo otra idea podría ser verlos desde nuestra posición de responsabilidad:

¿qué hice yo para que se pinche la pelota?
¿qué hice yo para suspender el examen?
¿qué puedo hacer yo para atraer al muchacho? o ¿para qué interpreto que eso es malo?

Cuando volvemos la mirada hacia el observador que somos podemos ver que el "problema" deja de vivir afuera para pasar a existir en nuestra interpretación.

Ver lo que te sucede como un problema es sólo ver una parte de lo que te pasa. La otra parte sería poder ver la posibilidad que se te revela, y el desafío de encontrar el aprendizaje en esta oportunidad.

(desconozco el autor)

Comentarios

Entradas populares de este blog

La tortuga que quería volar Había una vez una tortuga que vivia soñando. Mientras arrastraba su pesado cuerpo a pocos centímetros del suelo, miraba hacia arriba e imaginaba lo bello que debia ser ver la tierra desde el cielo. ¡Qué no daría ella por poder volar! Sus amigas las gaviotas, oyentes eternas de sus sueños, vinieron un día con una propuesta: -Amiga- le dijo una de ellas-,tú no tienes alas nosotras sí...y tenemos además la fantasía de ayudarte a cumplir tu sueño. -Tu pico es muy fuerte- dijo la otra-, traeremos una rama de un olmo y tú te sujetarás a ella mordiéndola con todas tus fuerzas...si te animas a correr el riesgo, entre las dos levantaremos la rama sujetándola con las patas y te llevaremos a recorrer el cielo. La tortuga abrió los ojos tanto como podia. ¿seria posible? Las gaviotas trajeron el palo. La pesada tortuga hincó los dientes en la rama con toda su fuerza y cerró´los ojos. Cuando los abrió, animad...
La metáfora del faro El faro está afianzado en la roca, no importa dónde se lo construya. El faro está ahí para hacer una cosa: hacer brillar la luz. El propósito de la luz a menudo es cambiado. A veces es un aviso, a veces está allí para atraer la atención y a veces está ahí para guiar. Cualquiera sea el propósito, siempre está anclado en la roca. El guardián de faro sabe algo que los otros no saben. Sabe dónde están las rocas, dónde está el problema, y está allí para guiar a los otros respecto de estas cosas. Cuando la luz es capaz de ayudar a conducir a los barcos a salvo a la bahía, en el faro se regocijan... Cuando esto sucede, sin embargo, el guardián del faro no se va al barco y hace una fiesta con el capitán. En vez de eso, el guardián se regocija silenciosamente y continúa haciendo brillar la luz. Los capitanes que llegan al puerto a salvo gracias a la luz del faro nunca conocen al guardián del faro. ¡El guardián del faro no publica una declaración para decirle a otros que sa...
Siempre recuerda aquellos a quienes sirves. En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La camarera puso un vaso de agua enfrente de él. -¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuetes? preguntó el niño. -Cincuenta centavos, respondió la camarera. El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas. -¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar. Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente. -Treinta y cinco centavos dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar las monedas. -Quiero el helado sólo dijo finalmente. La camarera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño se terminó el helado, pagó en la caja y se marchó. Cuando la camarera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vió. Allí, puestos ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos... su propina. Jamá...